—Quince principios para la planificación ecosistémica de las ciudades.
—La Supermanzana como nueva célula urbana.
En la anterior entrega de este blog abordamos el modelo de ciudad sostenible propuesto por la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona en su Carta para la Planificación Ecosistémica de Ciudades y Metrópolis, documento de trabajo abierto a la discusión ciudadana. La Carta propone el diseño de nuevos desarrollos urbanos y la regeneración de los existentes en base a quince principios básicos cuya mera lectura supone un cambio de paradigma. Otra ciudad es posible, otras ciudades son urgentes.
Pero antes de entrar en materia con esos principios, quiero evocar una metáfora del arquitecto Salvador Rueda Palenzuela —abanderado del Urbanismo Ecosistémico—, que escuché en una reciente conferencia en el Ateneo de Santiago de Compostela. “Imaginad una bañera llena de agua limpia, potable. Imaginad ahora que echamos en esa masa de agua unas gotas de tinta china… Pensad, calculemos, cuánta energía sería necesaria para extraer esas gotas de tinta y volver a dejar el agua limpia”.
Salvador Rueda lo cuenta con más entusiasmo, pero creo que se capta la idea, que es escalable: la bañera puede ser tu ciudad, el cauce de un río, un país o el planeta Tierra. Devolver a la Naturaleza su estado anterior a un episodio de contaminación requiere el gasto de una energía casi infinita (de la que además no disponemos). Pensemos en el efecto acumulado de los desastres petroleros en el mar: tan solo el Prestige dejó 70.000 toneladas de crudo en la costa gallega, en el Atlántico inmenso, que es decir en el Ártico o en la Antártida: los vasos comunicantes del mar no conocen fronteras, y la contaminación por metales pesados ya ha sido detectada en los pingüinos de las Shetland del Sur. La lejana gota de tinta tiñe la sangre de los pingüinos.
En la economía de un ecosistema nada escapa a nada, todo está relacionado: conceptos como pagar a terceros países por nuestra contaminación pertenecen a la historia universal de la infamia. También los ecosistemas de las ciudades —donde pronto vivirá el 70% de la población mundial— están profundamente enfermos.
De vez en cuando, París o Madrid se despiertan con la boina negra sobre sus cabezas y activan protocolos puntuales, tanatopraxia de urgencia. De verdad necesitamos detener esa locura y repensar las ciudades, que son nuestro hogar, como hacen los quince principios del urbanismo ecosistémico.
La primera necesidad sería reformular la compacidad y la compresión de las ciudades actuales, corregir la aglomeración, por ejemplo en altura, y restablecer el equilibrio urbano, lo que se traduce en más espacio público, más espacio exclusivo para peatones, paseos, plazas, zonas verdes. Más ciudad y menos vías, que sería el tercer principio: reducir la movilidad privada (la reina del mambo: las ciudades actuales son propiedad de los coches no de las personas; los coches tienen todos los privilegios de uso, mandan y condicionan toda la ciudad). “El porcentaje de viajes en coche debe reducirse a la mínima expresión”, dice la Carta. La alternativa es el transporte público, el cambio de hábitos, y un cambio estructural: las supermanzanas.
“Las Supermanzanas —tomo la definición de la Agencia de Ecología Urbana de BCN— son células urbanas de unos 400 por 400 metros, en cuyo interior se reduce al mínimo el tráfico motorizado y el aparcamiento de vehículos en superficie, y se da la máxima preferencia a los peatones en el espacio público. En torno a las supermanzanas hay unas vías perimetrales, para el tráfico motorizado, mientras las calles interiores se reservan al peatón y, en condiciones especiales, a cierto tipo de tráfico como vehículos de residentes, servicios, emergencias, carga y descarga”.
El modelo de la supermanzana ya ha sido contrastado en el barrio de Poblenou, en Barcelona, y en Vitoria-Gasteiz, con un revolucionario plan de movilidad que redefine los usos y derechos del espacio público, atribuidos con tanto exceso al coche (“más del 80% del espacio público de las ciudades se destina a los coches”), en favor del ciudadano, que recupera su condición de centro del ecosistema.
Que es el objetivo principal del Urbanismo Ecosistémico y de la Carta para la Planificación Ecosistémica de Ciudades y Metrópolis: situar a las personas en el centro del ecosistema y copiar las eficientes y sostenibles leyes de la Naturaleza, por ejemplo, haciendo ciudades verdes. Pero de ello hablaremos la próxima semana.
Para saber más:
—Web Carta para la Planificación Ecosistémica.
—Agencia de Ecología Urbana de Barcelona.
—La Supermanzana.
—Así será la primer supermanzana de Barcelona, La Vanguardia, 8/9/16.