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Aquí empieza, hoy, una insólita sección, compartida con La Nueva Crónica, cuya hospitalidad quiero agradecer. Son ya unos cuantos años asomándome cada semana a esta ventana abierta de par en par a los lectores y lectoras de El Bierzo y de toda la provincia leonesa. La confianza del director, David Rubio, de la delegada en El Bierzo, Mar Iglesias, y de todo el equipo de LNC, me pone muy alto el listón del compromiso: en estos años nunca he tenido una sola injerencia ni censura. Y no soy, desde luego, un colaborador cómodo o complaciente con los poderes de todo tipo, que gustan de prensa domesticada. Escribir desde esa plena libertad es un privilegio, pero también una exigencia ética irrenunciable: no escribo para hacer amigos, sino para decir mi pequeña verdad sin miedo.

Tras años escribiendo mis columnas dominicales, de las que el periódico publicó una selección en el libro Ahí estamos; y tras el periplo antártico, compartido también en estas páginas durante estos últimos meses, la propuesta que hemos consensuado —a diferencia de los políticos turnistas, la vida real y la sociedad civil se mueven con la vigorosa palanca del consenso— trata del futuro de nuestra tierra, del futuro sostenible del Bierzo (porque si no es sostenible, simplemente no hay futuro). Esta sección hablará, pues, de ecología, de economía social, de incendios forestales, de delitos ecológicos, de agricultura y ganadería a escala humana, de la Naturaleza, de la Comunidad del Bosque, de la educación medioambiental de nuestros hijos e hijas, de salud física y mental, de inteligencia emocional, de la vida.

Hemos escogido un título movilizador, “Arriba las ramas”: se lo escuché por primera vez hace pocos días a José Ángel Rodríguez en la manifestación que recorrió las calles de Ponferrada para expresar nuestra rabia e indignación por el gravísimo incendio forestal que ha quemado el corazón de la Tebaida. Lo gritamos entonces, codo con codo, y me sentí conmovido hasta la médula. Luego José Ángel me contó que la expresión “¡Arriba las ramas!” era una idea de la periodista María José Parejo Blanco (que conduce en Radio 3 el programa El bosque habitado); y antes de adoptarlo, sin conocernos personalmente, le pedí “permiso” a María José: “Encantada de que quieras utilizarlo. Lo pensé un día como consigna y grito activista y ese está siendo su recorrido. Un abrazo y ¡Arriba las ramas!”.

Este es, pues, el grito de guerra pacífica que enarbola hoy la comunidad del bosque en El Bierzo, del que a partir de hoy seremos partícipes en esta sección valiente y arriesgada de La Nueva Crónica. Porque es el caso que vamos a tener que poner a caldo a más de un prócer, sacar los colores a concejales y alcaldes, poner en la picota a empresarios de la mina o la pizarra que, lejos, muy lejos de crear riqueza, destruyen todo lo que tocan: ríos, valles, montes enteros, solo por un beneficio inmediato mezquino, dejando tras de sí una secuela de costes sociales. Contaminación, destrucción medioambiental, o como en la larga agonía de la minería berciana, una estela de conflictividad social y familiar asociada al paro, enfermedad, alcoholismo y otras desgracias no contempladas en la cuenta de resultados de tal o cual empresa.

Hechas las presentaciones, quiero empezar con una propuesta sencillita. Muchas veces me pregunto, y no soy el único, qué idea de país tendrán en la cabeza, si es que tienen alguna, nuestros dirigentes políticos. Observando su conducta errática, los desvaríos con los que comparecen en plenos y ruedas de prensa, las pavadas que improvisan ante el canutazo, alimento la sospecha de que en realidad no tienen ninguna idea de país. En concreto, del Bierzo.

Una idea de país —la tenían y la expresan con alto magisterio en el siglo XIX el progresista Enrique Gil, o el industrioso cacabelense José Castaño Pose [ver su ensayo Cuatro palabras, eBooksBierzo, 2014]— significa algo más que poner farolas: cuenten ustedes cuántas farolas por metro cuadrado hay en Ponferrada entre la avenida de la Puebla y la plaza Fernando Miranda. El exceso y el gasto son proporcionales a la incuria intelectual de los responsables que confunden la cultura con poner farolas. Digo farolas en vez de maceteros paletos y presuntuosos por empezar con buen pie…

Quien así actúa no tiene en la cabeza ni una sola idea de país, pero como esta es una afirmación arriesgada, y un periodista riguroso debe evitar las generalizaciones, les propongo un ejercicio colectivo, un pequeño examen. Se trata de convocar, en una de las aulas del Instituto Gil y Carrasco, aquí cerquita, a todos los alcaldes, alcaldesas, concejales y concejalas de los 33 municipios del Bierzo (lo que a su vez incluye a todos los miembros del Consejo Comarcal). Sentarlos en un pupitre con un folio en blanco y un boli, como me dieron a mí en el examen de reválida, y dejarles que durante un par de horas escriban su idea de país, sin copiar del vecino.

Y al acabar el examen, que vayan saliendo de uno en uno, de una en una, y vayan leyendo su idea de país ante el ágora berciana, a ver si de una vez por todas nos enteramos de en qué manos insolventes hemos encomendado el futuro de nuestra tierra y de nuestros hijos e hijas.

Quizás ha sonado la hora de relevar a quienes ponen tantas faltas de ortografía forestal y tomar por nosotros mismos, los ciudadanos del Bierzo, la responsabilidad de nuestra tierra, que nunca debimos confiar a alcaldes y concejales incapaces de aprobar la reválida de la sostenibilidad. ¡Arriba las ramas!

Ver en La Nueva Crónica
Escuchar el programa El bosque habitado dedicado al Bierzo: