Se dice que la primera víctima de una guerra es la verdad, metáfora que no puede tapar las víctimas reales. El submundo militar está oculto bajo un manto de silencio, protegido por leyes a su medida, que amparan crímenes de guerra o de paz, drones que sobrevuelan nuestra almohada, sofisticadas armas fuera de control y presupuestos aún más sofisticados y más fuera de control.
El abominable mundo militar finge protegernos del enemigo, pero es la sociedad quien debe protegerse de los ejércitos, de sus tanques encañonados hacia la población civil. Frente al cínico “si vis pax, para bellum”, hay que gritar a los generales: “Si quieres la paz, prepara la paz”. Disuelve tu ejército y entrega las armas. El camino no es seguir armándonos hasta el infinito y más allá, sino arriar las banderas y quemarlas en el hogar donde se enciende la pipa de la paz.
En nuestra sociedad apenas se oyen voces contra la guerra; conozco excepciones como Mayor Zaragoza y su Fundación Cultura de Paz, pero no he visto nunca a obispos y arzobispos salir en manifestación contra las masacres que desangran a Siria, a Somalia, al Congo. Tampoco hemos visto condenar el negocio de la muerte a los comités de los grandes partidos: me refiero a PP y PSOE, ambos vendedores de armas a escala mundial cuando han ocupado el consejo de ministros. Felipe González nos metió en la OTAN, y la verdad fue su primera víctima; Aznar lubricó el comercio de armas entre sus íntimos, y los mails de Blesa le delatan; Zapatero multiplicó las ventas de armas por seis.
Nos la cogemos con papel de fumar para prohibir el aborto a una chica violada, para castigar un porrito; pero vender 8.000 millones/€ en artefactos para matar es un éxito de la Marca España. Felipe, Aznar y ZP convirtieron a España en el séptimo exportador mundial de armas: tres grandes cooperadores necesarios al asesinato de hombres, mujeres y niños a manos de dictaduras y mercenarios.
¿Para cuándo una ley -mucho más urgente que la del aborto, la de seguridad y la reforma laboral juntas- que prohíba la fabricación y venta de armas? Gandhi lo dijo con lucidez: “No hay caminos para la paz: la paz es el camino”.
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