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Acerca de Antártida, el nuevo libro de Valentín Carrera

―Valentín Carrera ha madurado con los años y las lecturas para entrar con este libro en el club de los grandes escritores, por la puerta grande

por Xosé Fortes 20.06.2020 | Faro de Vigo

Antártida es el título de un nuevo libro en el que se entremezclan armónicamente la emoción de la descubierta, la crudeza del clima del continente blanco, la investigación en las bases científicas australes y la magia de la literatura.

El libro no sólo consigue secuestrar nuestra imaginación de lector ante la visión estremecedora de los hielos, sino que nos conduce a través de la literatura a la exploración de la Terra Australis Incognita, el último gran desafío de la humanidad, antes de la Carrera Espacial.

Desde el punto de vista del género habría que encuadrar el libro en la literatura de viajes, pero Antártida es mucho más que el relato de los dos viajes del autor, es un ejercicio de alta literatura, un coloquio vivo con el lector a través de los paisajes helados que explora, pero también de la memoria de otros exploradores, desde los precursores a los relatos ya puramente australes, todo ello entreverado de la mejor literatura de viajes: Stevenson, Conrad, London, Poe, Verne o Melville.

Su autor, Valentín Carrera, tiene alma de explorador y una larga preparación. Todos recordamos aquella serie Os Viaxeiros da luz, premio Galicia de Comunicación, 1991, pero muchos también un famoso viaje a Bretaña o El Viaje del Bierzo, por no mencionar aquel viaje al festival de cine de Berlín como reportero de la revista Xuncos, o un largo recorrido por el corazón continental para una serie: El Camino de Europa.

Y es que Valentín tiene alma de vikingo, de aquellos atrevidos navegantes nórdicos que asolaron las costas gallegas, y acaso llegaron hasta su Bierzo natal, sembrando terrores milenarios que quedarían grabados en las plegarias litánicas: A furore normanorum, libera nos, domine. Pero la novedad de Antártida es que el Valentín de los anteriores relatos, como los buenos vinos, ha madurado con los años y las lecturas para entrar con este libro en el club de los grandes escritores, por la puerta grande.

Desde la cuna africana, la historia de la humanidad es el relato de un incesante viaje: la colonización de la tierra. Durante más de un millón de años la supervivencia de la humanidad estuvo ligada el desafío del viaje. Y aunque los milenios que han pasado desde la revolución neolítica, nos han convertido en sedentarios, los genes de los largos milenios prehistóricos siguen ahí y de vez en cuando cuajan en navegantes, en gentes que hacen del descubrimiento de lo desconocido el leit motiv de su vida. Valentín forma parte de esta casta de hombres, ligeros de equipaje, con más horizontes que raíces.

Antártida, uno de los ejemplares más cuidados de Ediciones del Viento, es en esencia el relato de dos viajes de Valentín a aquel continente: el realizado en 1986 a bordo del Pescapuerta IV y el Nuevo Alcocero, como único cronista de la Primera Expedición Científico-Pesquera Española a la Antártida, que se plasmaría en un libro: Viaje a los mares de la Antártida; y el realizado en 2016-17 a bordo del Sarmiento de Gamboa y del Hespérides, como cronista de la XXX expedición científica española a la Antártida.

Lo más destacado del relato de Valentín es que entre bahías, islas, pingüinos, morsas, icebergs y volcanes nos va desgranando la apasionante historia de la descubierta del continente. La exploración de la Antártida y aquella apasionante carrera por clavar por primera vez una bandera en el Polo Sur ha dado lugar a numerosas expediciones y ha dejado múltiples cuadernos de bitácora, diarios, ensayos, dibujos y fotografías, algunas de las cuales enriquecen esta primorosa edición.

Valentín divide la carrera de exploración en tres grandes fases: Los precursores, con Cook a la cabeza; la fase del Ártico al Antártico, en la que la búsqueda del Paso del Noroeste y la reñida conquista del Polo Norte, sirvieron de aprendizaje a algunos exploradores de la Antártida; y una tercera y apasionante fase centrada en la exploración de la Antártida y la llegada al Polo Sur.  Aunque las expediciones de Shackleton son todo un ejemplo de capitanía naval, la médula de este relato está en la competición Scott-Amundsen por ser los primeros en llegar al polo Sur,

Para hacer un primer perfil de estos tres grandes, recurre Valentín a una cita del explorador Cherry Garrard, recogida por Alberto Fortes: “Para una expedición científica, dadme a Scott; para un viaje en lo más crudo del invierno, dadme a Wilson; para una carrera al Polo y nada más, Amundsen; y si estoy en un maldito agujero y lo único que quiero es salir de él, dadme siempre a Shackleton”.

Amundsen, el último vikingo, cuya ilusión infantil ―descubrir el Polo Norte―, se había desvanecido por las exploraciones de Peary y Frederick Cook, se esfuerza en conquistar el Polo Sur, en una trágica carrera contrarreloj con Scott, finalmente victoriosa. El diario de Scott, que a mí me transporta a la adolescencia, a aquella edición de Momentos Estelares de la Humanidad, de Stefan Zweig, nos sigue haciendo estremecer, hasta el punto que nuestro corazón está con el vencido, no con el vencedor.

Truncado por la decepción, el relato de Scott es tan emotivo que como lectores nos sentimos mucho más cerca de él que de Amundsen. Aquel regreso trágico sigue tan vivo que todavía podemos estremecernos de emoción: Como cuando anota que “Cada uno ha sido muñido de treinta tabletas de opio, para paliar el sufrimiento”, o cuando alcanzamos el final: “Llega así el último día: Ya toda esperanza debe ser abandonada. Esperaremos hasta el fin, pero nos debilitamos gradualmente; la muerte no puede estar lejos. Es espantoso; no puedo escribir más”.

Pero este tenso duelo, que parece sacado de la tragedia griega, no es más que un paréntesis en el relato de Valentín sobre la descubierta y sobre la vida de los investigadores de las bases españolas Juan Carlos I y Gabriel de Castilla, porque la Antártida es mucho más que roca y hielo, es una cápsula del tiempo en la que los investigadores estudian el pasado y tratan de anticipar el futuro. La Antártida ―dicen Jaume y María José― es para nosotros como las Galápagos para Darwin.

De vez en cuando, alguna celebración gastronómica rompe la monotonía de los menús congelados, como cuando Valentín saca de la despensa unos botillos del Bierzo, regados, rompiendo la disciplina, con un recio Mencía.

El lector ya sabe lo que debe hacer. Coger el libro, buscar un rincón grato y aislado para sumergirse en la aventura, tener a mano una mantita por si le entran escalofríos, y dejarse llevar por la prosa apasionada de Valentín para penetrar con pie firme en el corazón de la Antártida.