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-¡Este Gobierno es una mierda, joder! –exclamó airado su señoría, buen discípulo de Labordeta.

-Le llamo al orden, señor diputado –amonestó muy enfadado don Jesús Posada, desde su trono pontificio- ¡retire inmediatamente esa expresión, inadecuada en esta Cámara!

El diputado Gundisalvo miró de reojo al Presidente y reanudó la andanada:

-Rectifico, este Gobierno no es una mierda, ¡es una caquita!

-Señor diputado –el cabreo de Posada iba en aumento- ¡le llamo al orden por segunda vez! Absténgase de expresiones contrarias al decoro y a las buenas costumbres. Que no conste la caquita en el Diario de sesiones.

Gundisalvo contuvo la respiración y atacó de nuevo:

-¿Tal vez el Presidente se refiere a las buenas costumbres de robar y mentir? En tal caso, será más exacto decir que este Gobierno no es una mierda ni una caquita, es una basura, un deshecho. ¿O prefieren sus señorías que diga una inmundicia, una mugre, una porquería, una bazofia? Tengo todo el Diccionario de la RAE para ofrecerles y tres tomos del Diccionario Secreto de Cela.

-Le llamo al orden por última vez y le advierto de expulsión –el Presidente revolvía papeles nervioso, desbordado por las risas y el griterío del hemiciclo.

-Quizás deba usted decirnos antes de subir a la tribuna cuáles son las palabras aceptadas o prohibidas por el Reglamento de la Cámara. ¿Puedo llamar “registrador de la propiedad al ministro de Hacienda sin que se ofenda? ¿Puedo decirle “pucelanosa” a la Vicepresidenta? Como diría su antecesor, don Trillo, “manda güevos”. Me limito a seguir el libro de estilo de cicerones ilustres, compañeros de fatigas de sus señorías, verdaderos “hijos de puta”, en acertadas palabras de doña Esperanza Aguirre.

No he venido, aquí, “a hacer de payaso, tenor o jabalí”, ¿me sigue, señor Garzón? –prosiguió Gundisalvo, recordando las medidas palabras del diputado Hernando. Quiero seguir el ejemplo de su colega de mesa, doña Villalobos, cuando llamó “fascista” a José Bono y “ladrón” a un diputado andaluz. Quiero decirle lo mismo que su compañero de partido Antonio Gallego a Toni Cantó, “no se puede ser más tonto”. Respetuosamente, claro. No se lo tome a mal, en la comparación sale ganando, aunque no sea usted tan guapo.

Quizás los diputados y diputadas debiéramos venir al Parlamento con pantalones cortos y mandilón, y sustituir el portátil por una pizarra y un pizarrín. La qu con la e, que. La ese con la e, se. La jota con la o, jo. La de con la a y con la ene, dan; repitan todos conmigo: “que-se-jo-dan”.

-Señor Gundisalvo, le voy a lavar la boca con lejía, ¿se está usted burlando?

-De ningún modo, señor Presidente. Aquí el único que se burla de todos es el señor Bárcenas. Yo, como diría nuestro bienamado Rajoy, procuro que el debate “no sea un coñazo”.

-Su señoría ha agotado su tiempo. Le retiro la palabra y me la quedo. Guardias, llévense al diputado Gundisalvo al calabozo de Faemino y Cansado.

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