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—2.100 millones de personas viven sin agua potable en sus hogares.

—O aplicamos “Soluciones basadas en la Naturaleza” o no son ni serán nunca soluciones, sino más problemas.

 

En esta carrera global por completar los 365 días del año con una conmemoración diaria —una especie de santoral laico o Calendario Zaragozano Global—, la semana pasada celebramos el Día Mundial del Agua con un objetivo solidario: “No dejar nadie atrás”.

En este lado del mapa que llamamos Primer Mundo, nos parece lo más natural abrir el grifo y dejar que corra el agua mientras nos afeitamos o lavamos los dientes, ducharnos sin duelo, sumergirnos en la bañera rebosante, gozar de piscinas y spas, regar el césped de jardines y estadios, y hasta baldear calles y plazas con potentes manguerazos a presión. Se diría que nos sobra agua a chorros. También nos parece lo más normal pagar un euro, o cuatro, por 75 cc de agua embotellada en plástico. Hemos normalizado la aberración (porque todas esas prácticas no son sostenibles) y sobre todo hemos perdido la memoria.

España no es un país donde sobre el agua precisamente: la tradición cuenta que para cimentar las murallas de Toro, a falta de agua, hicieron la argamasa con vino. Y vino nos ofreció a seis peregrinos un hospitalario vecino de Mañeru (Navarra), cuando, haciendo el Camino de Santiago desde Roncesvalles, pedimos sedientos un poco de agua: “Agua no hay, que la traen todos los días en una cisterna y aún no ha llegado el camión. Pero vengan conmigo a la bajera, que les daré vino…”.

Mañeru está en la latitud 42ºN y Toro en 41ºN y ya forman parte de la España sedienta; pero en la verde Galicia donde la lluvia es arte, los 300.000 habitantes de Vigo estuvieron en alerta roja por la sequía en 2017: “Vigo solo dispone de agua potable para 18 días y ya sale turbia del grifo”, dijo entonces El Confidencial.

Inconscientes e insolidarios, al año siguiente Vigo, y todas las demás ciudades del Primer Mundo, y el común de sus insaciables habitantes, volvieron a baldear las calles con chorros a presión (de agua potable, tratada) y volvieron a gozar del don del agua como si manara de una fuente mágica, infinita e inagotable.

La cruda realidad, sin embargo, es que vivimos en un Planeta global, y cada lavadora con lejía acaba en algún punto del océano, y mientras nos duchamos tan ricamente, 700 niños mueren cada día de diarrea causada por agua insalubre y un total de 2.100 millones de personas no tienen agua potable en sus casas (Datos OMS/Unicef).

Podrá argumentarse que el agua que sobra en el estuario del Miño o en el delta del Ebro nunca va a quitar la sed a los niños de Sudán, pero sería un argumento cínico y sobre todo ignorante de la realidad global. “No dejar nadie atrás”, lema del Día Mundial del Agua, significa que el llamado Progreso no es tal si solo sirve a unos pocos y deja en el camino a millones de seres humanos. Ocurre con el consumo de energía, o con los derechos básicos a la alimentación, la educación y la salud. ¿O acaso somos capaces de imaginar y querer para nosotros y nuestras familias una vida sin agua potable e incluso simplemente sin agua?

Si el problema es global, la respuesta ha de ser global: la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos antes de 2030 es una de las metas del ODS 6 de la ONU (Objetivo de Desarrollo Sostenible 6). Es evidente que el Derecho al Agua no se puede aislar de contextos de guerra, hambrunas, pobreza, devastación colonial, deforestación masiva y explotación. Si el agua es artículo de primerísima necesidad, podemos imaginar que, como en otros ámbitos, niños y mujeres son las primeras víctimas, o los millones de refugiados hacinados en los nuevos campos de concentración del siglo XXI, a las puertas de Europa.

El problema es aún más global ­—y sustancialmente ecológico— si pensamos que “alrededor de 4.000 millones de personas —casi dos tercios de la población mundial— padecen una escasez grave de agua durante al menos un mes al año”. Para ellos, y antes o después para todos nosotros, el agua del planeta es un bien escaso, cada vez más escaso, y cada día más escandalosamente derrochado, contaminado, degradado.

En el Día Mundial del Agua 2019, la Comisión Europea ha propuesto las “Soluciones Basadas en la Naturaleza” (SbNs). Aunque parciales y limitadas en su alcance, las SbNs señalan el camino a seguir: respuestas inspiradas y respaldadas por la Naturaleza, que son rentables y proporcionan a la vez beneficios ambientales, sociales y económicos, y ayudan a aumentar la resiliencia”. “Mantienen —en palabras de la Fundación Aquae— la diversidad biológica y cultural y la capacidad de los ecosistemas de evolucionar con el tiempo”.

Frente a la mirada colonial desproporcionada y altiva —la Tierra como objeto de codicia insaciable: las minas, el petróleo, los ríos, los océanos, el aire…—, las Soluciones Basadas en la Naturaleza son una mirada a escala humana, desde el respeto a cada ecosistema y a su biodiversidad. Les invito a visitar algunas de las propuestas o soluciones desarrolladas por la Alianza Lationamericana de Fondos de Agua.

Parece una obviedad, pero el futuro puede formularse de otro modo: o son soluciones (al problema del agua, de la energía, de la contaminación, etc.) basadas en la Naturaleza y “para no dejar nadie atrás”, o no son ni serán nunca soluciones, sino más problemas. ¡Arriba las ramas!

Enlaces y documentos:
El Confidencial: Vigo dispone de agua para 18 días.
—IUCN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza): Soluciones basadas en la Naturaleza.
Fundación Aquae.
Fondos de agua.org.
Día Mundial del Agua.

Vídeo: La sequía pasa factura, Greenpeace España.